jueves, noviembre 24, 2005

Estupidez nuestra

He escuchado y visto tanto que sé demasiado y no puedo deshacerme de todo aquello.
Las lágrimas ya están secas, los recuerdos parecen ser los únicos que siguen intactos pero por más que intente cubrirlos con otros nuevos y más hermosos, algunos sobreviven aferrándose en mi cabeza. Quizás necesite tenerlos para saber que soy fuerte, que nada me ha destruido, que nadie podrá herirme jamás del todo.
Dios! tengo 24 años y me siento mayor: mayor que aquella madre con experiencia de 4 hijos y que no sabe que es lo que es estar sola tratando de ser la mejor; mayor que aquella colega que tiene experiencia sin resultados y se jacta de su estupidez a costa de seriedad envejecida; mayor que aquel anciano que a sus 80 y tantos no conoce el mundo en dónde vive; mayor que las personas de mi edad que viven en burbujas construidas por su entorno o por ellos mismos.
El juego, la risa y las ganas no es infantil ni menos juvenil, es un don que se pierde con los años y quien se aferre de ello no cabe en ese concepto sobre madurez que tanto resuena hoy. Madurez las pelotas! No se madura de golpe, no se llega a madurar, ni siquiera sé si existe tal cosa! Es una palabra que escuda a la gente desde cierta edad para dar cuenta de que se lo comió el sistema, de que sus huesos y músculos ya no funcionan como antes, para justificar una vida más pasiva, con menos riesgos (y a veces menos alegrías que es peor), ya que no pueden seguirle el ritmo al tiempo y pensar que ya conocen suficiente, así se evitan el desprestigio de jugársela y equivocarse a los 30 y tantos, 40 y tantos... de ahí para adelante la gente ya no se equivoca. Hay gente que no aprende, que es distinto.
Me siento sobre un pedestal donde veo cómo la gente llora por estupideces y se jacta de logros mínimos, donde admiro a quienes son grandes como mis padres, mi hermano, mis niños y mis amigos. Donde me siento fuerte por haber vencido después de haber perdido y donde, graciosamente, quiero volver a caerme.
No entiendo a qué va esto... sólo sé que a veces me aburre la estupidez de quienes no pueden ver, no saben y tampocon lo intentan. Hay poca gente que vale la pena, y yo estoy rodeada de los buenos.
Sigo creyendo que soy afortunada, sigo sorprendiéndome cuando abro los ojos en la mañana, cuando mi hijo me enseña cosas nuevas, cuando puedo conversar en paz con mi madre y cuando me retan mis amigos o mi hermano menor. De tener posibilidades de tomar nuevos caminos y seguir soñando a mis 24! Afortunada, pues claro! A ratos tengo más miedos que ganas pero sueño y creo, a pesar que he intentado de sobremanera en no hacerlo y "madurar". Gracias a Dios no lo he hecho.
Gisell

domingo, noviembre 20, 2005

Llegarás a vomitar, pero ya lo hice

"Llegarás a vomitar a tu casa", dijo mientras me tomaba entre sus brazos pero ya lo había hecho sobre él de una forma tan repulsiva que me avergüenza. Por un momento me escuché diciéndole cosas que pediría a Dios jamás escuchar de alguien que llegue a querer. Me sentí mala, mala como estoy segura que no soy.
No creo que deba dar vueltas a algunos temas porque ya fuimos suficientemente claros, hasta el exceso (lo admito). Supongo que el hecho de escribir ya es redundancia, pero lo hago porque estoy segura que él leerá, y aunque no valen los "lo siento" y las intenciones de no perderlo, necesito buscar respuestas entre mis palabras y este segundo vómito.
No me sirve jurar ni estar segura que "no quise hacerlo de esta forma". Ni siquiera sirve que él supiera que no lo quería perder. ¿Él estará seguro de eso?. Lo hice elegir e hizo lo correcto, lo que cualquier persona con la mitad de su ego hubiera hecho, lo más sano. No puedo reprochar eso, ni siquiera puedo sentirme defraudada.
Tengo un don para atraer a hombres "caxos" y alejar de mi lado a aquellos que valen la pena. Sólo que esta es primera vez que no estoy segura de haber jugado con la verdad y con las ilusiones de la manera correcta.
Ese vacío ha quedado nuevamente. Como siempre. Sólo está el niño que duerme en su cama y que ya pasé media hora mirando y cuidando sus sueños, buscando respuestas, caminos y fuerza en su rostro...
Gisell